El grupo literario “Pluma de Carne” constituido por un grupo de jóvenes estudiantes universitarios de la asignatura Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de La Libertad (Trujillo) insurge, no como eclosión de una generación espontánea, sino como fuerte expresión de una necesidad espiritual hartamente sentida desde algún tiempo.
Desde hace algún tiempo, decimos, porque después del grupo "Literalma" insurgió una pléyade de jóvenes voluntariosos bajo el rubro bautismal de "Re–naser" (volver a nacer o un Renacimiento del ser o simplemente Renacimiento o nuevo espíritu).
"Literalma" fue un grupo sólido que se movilizó con energía auténtica: la emergencia espiritual de la palabra en la voz de cada uno de sus componentes. Citamos tan solo un ejemplo: el de Emberto Narciso Carranza, pseudónimo Nacato, hoy voz olvidada, pero que renace en la de promociones posteriores como “Pluma de Carne”, metonimia feliz del inmortal César Vallejo en su inventario dramático de la acción revolucionaria hecho historia en España (1936).
“Pluma de Carne” es la formación protoplasmática de la nueva voz insurgente en el mundo fantástico de la creación poética. Nace con la conciencia certera de que la poesía es el enlace vital entre el hombre y la naturaleza, entendiendo por tal todo lo existente en el mundo, incluyendo el espíritu y la cultura.
Escribir es una forma de vivir en situación, una forma de ser. Escribir es un acto, un acto imperecedero, que jamás se extingue y queda en la nada. Nos produce el placer de sentirnos vivir como seres auténticos. En razón a todo ello es que los componentes de “Pluma de Carne”, al tiempo que se constituyen, lanzan su primera confesión de fe, en forma de manifiesto literario, ahí sustentan en nueve enunciados los principios que le dan la justificación teórica de su sentimiento de ser y conciencia de hacer. Saben a ciencia cierta que la literatura es un hacer permanente y un ser vital constante y que su trascendencia no reposa ni en copiar ni en reproducir la realidad, sino en representarla gracias a la experiencia estética fenomenológica y a la visión sinestésica que se forman de la realidad, después de haberla vivido intensamente. Y no tienen otra forma de probarlo que mostrándolo históricamente: la creación poética misma.
La poesía no siempre es discurso autónomo, independiente de la realidad concreta, pues expresa por mediación de los sentimientos convulsionados aparentemente sin discursividad lógica, la secuela de experiencias vividas unas veces con dolor y otras con placer.
A continuación mi apreciación bastante apretada de la palabra de cada uno de ellos:
Con la finalidad de evitar protocolares conclusiones empezamos por la generalidad a que me conducen sus particularidades.
Lo primero que me motiva es la intencionalidad poética de todos ellos. Sin intención no hay poesía. Vale decir, sin fuerza intuitiva que la impulsa del mundo subjetivo interior al mundo objetivo exterior, esto es, la palabra, la expresión enunciada.
En segundo lugar, el arte se configura a partir de la realidad, pero no de una realidad plana, horizontal, sino más propiamente profunda o si, se quiere tangencial, en la cual la esencia no se confunda con la apariencia.
De esta premisa se desprenden dos actitudes expresivas y a la vez creativas: cómo instrumentar el lenguaje para poder expresar lo que se quiere decir (la intencionalidad). Es este el primer conflicto con que se enfrenta el escritor desde su noviciado y que persiste hasta el final; y en segundo lugar con qué lenguaje abordar cada uno de sus temas. Es esta situación problemática de expresarse la que conduce al factor competencia; y aquí vienen las diferencias: el dominio de las competencias del lenguaje determinan la actuación en el proceso de concretización artística o literaria. Cada cual selecciona su tema según sus experiencias, su realidad existencial, su confrontación vital, su situarse en el mundo. Pero cada quien, asimismo, responde a sus vivencias interiores, a sus propios conflictos, a sus contradicciones metafísicas, y selecciona un sistema de símbolos, de códigos y grafías alfabéticas con los cuales expresarse.
Tener conciencia de que el arte no sólo es emoción tensiva, sino –y fundamentalmente- lenguaje: escritura, discurso, entonación, ritmo. Hacer distinciones estilísticas de cada uno de los textos que en este vocero aparecen, sabiendo de antemano que son estudiantes universitarios de educación en la mención de lengua y literatura, resulta ser un despropósito. Ninguno es más adulto que el otro, pues conservan el mismo nivel generacional.
Aún cuando no son más que tres o cuatro los textos que se empinan sobre la curvatura de la aceptación; no referimos a los relatos “Mi ombligo”, “Taxi”, “Las aventuras de Gumercindo” y “Encuentro”, y los poemas que pugnan por registrar sus propias expresiones lingüísticas, sus estratos y niveles vocabulares, sus ritmos fónicos y tonales, consideramos que en cada uno de ellos se encuentra manifestada la intencionalidad por expresarse.
Más acertado sería afirmar que la vocación literaria es el ángel que pone en movimiento al poema en todos y cada uno de ellos; y que es el lenguaje, la palabra la que le da vibración, intensidad, altura en todos los niveles de expresión.
JUAN PAREDES CARBONELL